jueves, 13 de junio de 2013

Expresa el ONMPRI preocupación por el incremento de la migración de chiapanecos y chiapanecas hacia Quintana Roo; laboran en condiciones infrahumanas en la construcción de hoteles.

12 de junio de 2013.
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.



 
La dirigente de las mujeres del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Chiapas coincidió con el obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, quien expresó en su última reflexión publicado el 5 de junio su gran preocupación por el incremento de la migración chiapaneca al estado de Quintana Roo.

El Organismo Nacional de Mujeres Priistas (ONMPRI) en Chiapas reiteró hoy su preocupación por la alarmante migración de indígenas chiapanecos que abandonan sus familias para trabajar en las zonas turísticas de Cancún y la Riviera Maya, en el estado de Quintana Roo.

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La Riviera Maya es el punto principal al que arriban los llamados emigrantes chiapanecos pendulares. La migración, puntualizó la regidora Rita Balboa, presidenta del ONMPRI en el estado, sigue creciendo y lo integran indígenas choles, tseltales y tsotsiles que dejan sus comunidades para emigrar a la zona turística del estado de Quintana Roo.

La dirigente de las mujeres del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Chiapas coincidió con el obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, quien expresó, en su última reflexión publicado el 5 de junio, su gran preocupación por el incremento de la migración chiapaneca al estado de Quintana Roo.

El prelado escribió en su reflexión titulada Protección a los migrantes lo siguiente.

Otra cara del problema son los migrantes nativos de nuestro Estado que salen a Playa del Carmen, a Cancún, en Quintana Roo, o al norte del país y al extranjero, buscando alternativas a su pobreza, porque los recursos locales les son insuficientes.

Son personas muy trabajadoras, pero el café, el maíz, el frijol, el campo en general y la pequeña ganadería no les rinden tanto como para cubrir sus necesidades básicas.


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¡Cuánto sufren ellos y sus familias; muchas se desintegran! Se pierde la cultura rural e indígena, con toda su riqueza de idioma, costumbres, religión, vivencia familiar y comunitaria.

Se hacen individualistas, interesados más que todo en el dinero; se prostituyen, se contagian de actitudes y criterios destructivos, y varios también de sida… Muchos cambian de religión, o se alejan totalmente de Dios”.

Hasta ahí el texto de monseñor Arizmendi.

Cada semana unos 200 chiapanecos y chiapanecas cambian el azadón por la pala y la cuchara del albañil; abandonan sus tierras cafetaleras en las montañas por la arena y el cemento de las construcciones hoteleras en Cancún y Playa del Carmen.





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